martes, 5 de febrero de 2013

Melancolía.

Podría seguir en el suelo una infinidad de tiempo. Durante el día me gusta sentir el calor agobiante del asfalto golpeando mi cara, y por la noche, golpear mi barbilla en el mismo lugar. Esa postura sexual en mitad del camino, con mis palmas quemándose en olvido. No mato gente solo porque las leyes no me lo permiten, todos tenemos un asesino dentro y la primera víctima del mío fue mi propia misericordia.

Quisiera dormir eternamente con una sonrisa en el rostro, dibujar con luces en mis párpados lo díficil que me es describir la vida y el mucho amor que le tengo a la muerte. Quisiera tantas cosas, pero las adicciones no son mi fuerte. Amo a la gente por hacerme amarla, odio al mundo por enseñarme lo contrario. Si tan solo estuvieras aquí para tomar mis manos e intentar calmarme, darme paz, llorar juntos y sacrificarnos, podría tomar la vieja bicicleta y salir a dar una vuelta.

Me siento ahogado, la fatiga en mi corazón es inaguantable, ni los consejos del mejor amigo son la excusa para aliviar el dolor. No quería seguir respirando decía la canción, alguien la inventó y no para mi, para todos. Podría terminar mil libros, mil proyectos, e inventar mil más... pero desde que existen los sueños, hacer uno realidad se hace imposible.

Perdí la esperanza en mi, en ti, y en todos. La vida es hermosa, tan hermosa como aquella chica de la fiesta, que no resulta ser más que una ingrata llena de ego. Nací solo, abatido. Intentando ser feliz, cuando el hecho de intentar es el problema.

Debes estar con los pies sobre la arena, mi alegría volverá.

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